Y mientras ella limpiaba su closet encontró un pañuelo. Ese que un día cualquiera, él, con la caballerosidad que lo caracteriza, se lo pasó, sin saber como ese simple detalle le tocaba el corazón.
Con el pañuelo en su mano fue inevitable pensar en él. Se sentó sobre su cama suavemente y con una sonrisa de alegría, de nostalgia, vino a ella todo aquello vivido a su lado. En medio de los recuerdos quería hallar el momento en que este hombre, la hizo cambiar de parecer y nuevamente extender su amor a alguien más. Creo que fue osada y valiente, pues aún con el miedo en su interior fue pasando de un me gustas a un te deseo, de un te deseo a un te quiero y de un te quiero a un te amo. Un te amo que nació desde la decisión, desde el conocimiento de lo que ese ser era y le ayudaba a crecer como individuo.
Y alguna dirán que atrevida y arriesgada cuando no había indicio o certeza de llegar a ser correspondida. Sin embargo, era en lo que menos pensaba, solo quería seguir viviendo cada nueva experiencia que el estar con él le traía.
Siguiendo el rumbo de sus recuerdos, se acostó sobre la cama y con sus ojos puestos en el techo, se dejó llevar por un momento de ilusión, de preguntas y hasta un toque de tristeza. Ilusión por cada cosa vivida junto a él, por esa nueva forma de amar aprendida y ese deseo de querer cumplir sueños a su lado. Estaba narcotizada con el hecho de poder disfrutar con alguien, esas actividades típicas de las cuales muchos hacen alarde de vivir con su pareja, tales como pasar un tarde en cama viendo películas, preparar juntos algo para comer, comprar juntos en el supermercado, compartir con los suegros y sobretodo la aceptación de la familia.
Además, junto a él, no se veía en un solo lugar, se veía en miles. Y es que esta mujer le huía a todo aquello que la atara a un solo lugar, pues aunque se sintiera atascada y sus alas estuvieran aún sin desplegarse, su sueño de pequeña fue siempre recorrer el mundo y conocer miles de culturas. Y a él, lo sentía como ese compañero de viaje, ese amor que le recordaba que es posible tener cada cosa que deseas.
De un momento a otro, sintió una presión en el pecho. Y es que ese instante de ilusión, alertó a la razón, para llenarla de incertidumbre. ¿Él querría compartir sus sueños con ella, a su lado? ¿Por qué su fobia y resistencia al hablar de la relación? ¿La vería cómo una tonta cuando ella quería hablar al respecto, cómo una más? Todo esto porque en ocasiones quería tener la certeza que sus corazones latían al mismo ritmo o por lo menos en la misma dirección. ¿Podría enamorarlo? y ¿Cómo?. El enamoramiento te da un toque de locura, de pasión, que ella quisiera despertar en él, así fuera por instantes.
Y finalmente, un toque de tristeza le tocó el corazón. Amaba escribir, escribir para él. Y en cada verso que componía además de ir su sentir, su confianza hacía él, iba el sentir de un alma que anhelaba escuchar algún verso hecho para ella.
Llegó el momento de levantarse de su cama, pues aunque para ella el tiempo se hubiera detenido, el reloj seguía marcando los minutos y ya era tarde para ponerse en marcha. Tomó cada recuerdo, cada pregunta, cada lagrima y la dejó bajo su almohada, así al regresar en la noche a casa, seguiría soñando con él.
Una manera de amarlo era a través de sus versos, prueba de ello es este texto. Pues aun cuando esta escritora es dueña de esta historia, ellas quedan más bonitas cuando al parecer son terceros quienes la cuentan. Y lo bonito de escribirla, es que, en cada letra, oración, párrafo caí en cuenta de situaciones, detalles que debido a la premura del día pasas por alto y dejas de ver más claramente.
Y finalmente, un toque de tristeza le tocó el corazón. Amaba escribir, escribir para él. Y en cada verso que componía además de ir su sentir, su confianza hacía él, iba el sentir de un alma que anhelaba escuchar algún verso hecho para ella.
Llegó el momento de levantarse de su cama, pues aunque para ella el tiempo se hubiera detenido, el reloj seguía marcando los minutos y ya era tarde para ponerse en marcha. Tomó cada recuerdo, cada pregunta, cada lagrima y la dejó bajo su almohada, así al regresar en la noche a casa, seguiría soñando con él.
Una manera de amarlo era a través de sus versos, prueba de ello es este texto. Pues aun cuando esta escritora es dueña de esta historia, ellas quedan más bonitas cuando al parecer son terceros quienes la cuentan. Y lo bonito de escribirla, es que, en cada letra, oración, párrafo caí en cuenta de situaciones, detalles que debido a la premura del día pasas por alto y dejas de ver más claramente.